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El jueves 15 de septiembre, en los jardines de la Basílica Menor del Convento San Francisco de Asís, fueron depositadas las cenizas del cineasta e intelectual cubano Julio García Espinosa, a escasos meses de su deceso y del aniversario noventa del natalicio (5 de septiembre) que nunca alcanzó a ver.

Lola Calviño, su viuda, Armando Hart Dávalos, el Ministro de Cultura Abel Prieto, el Presidente del ICAIC Roberto Smith, el hasta ese momento Director de la EICTV Jerónimo Labrada, centro que Julio fundó e igualmente rigió, el Director de la Cinemateca de Cuba Luciano Castillo, los cineastas Fernando Pérez y Manuel Herrera, las actrices Daysi Granados y Mirta Ibarra, entre otras personalidades, asistieron a la ceremonia, clausurada por las palabras de su amigo Eusebio Leal, Historiador de La Habana y la música de Ernán López-Nussa, otro habitual en la obra y la vida de Julio García Espinosa.

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ELCINEESCORTAR reproduce la oratoria de Eusebio Leal Spengler como más óptima alegoría al fallecido cineasta:

(Transcrita y editada por el autor del artículo)

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«Cerca de mi casa, en San Francisco 458, casi esquina Valle, existía un taller de tapicería con el nombre inmortal de Aspasia, la esposa de Pericles. Yo fui allí y me encontré con Humberto. Humbertico fue el primero con el que tuve una discusión muy grande sobre temas de ideas, yo cristiano, él comunista; preceptos que parecían ser incompatibles, y él, para vencer un análisis, me entregó un libro que se titulaba «De cómo el hombre se hizo gigante». Me dijo: léete esto. Lo leí a y partir de ahí nos hicimos muy amigos. Ahí nació la amistad.»

«Poco después, cerca de ahí, a una cuadra, vivían sus padres. Me parece verlos todavía, y también a su hermana, lindísima; está con nosotros. Y resultó que entré al taller con el más regañadiente de todos los tapiceros y el maestro más agudo y más simpático: Teodoro Carrillo, al que todo el mundo llamaba Loló. Entonces, como hablaba mucho, me recuerdo, me dijeron que Loló tenía que ser mi maestro para aprender la tapicería, y el sofá-cama que era la invención, la patente familiar. Cuando uno tocaba el sofá se abría mágicamente y se convertía en una cama. Lamentablemente han desaparecido.»

«Resultó entonces, que como hablaba elocuentemente, Loló me dijo: “para trabajar conmigo no se puede hablar. Mire, tome”. Medio un puñado de puntillas como unas puntas como si fueran la cola del demonio. Me las metí en la boca. Tenía que llenarme antes la boca de saliva. “Después que te llenes la boca de saliva te las tienes que poner así, no se pueden caer fuera de la boca las puntillas”. Una cosa tremenda. Amasé aquello, si era posible. Sentí que cayeron una o dos y de lado. “Y ahora tome el martillo. El martillo es un imán, a partir de ahora yo voy trazando la línea y tú vas marcando la puntería”. Y así nació la amistad del trabajo. Y nació la aproximación a esta familia.»

«De Julio hablábamos como una leyenda, porque Julio estaba lejos, muy lejos.»

«Había empeñado toda su vocación al arte: uno en el cine, el otro en el diseño. Y en todas las cualidades actorales se desarrollaron: como actores, como hombres del mundo del cine. Por eso, cuando desaparecieron sus padres, cuando desapareció el taller y empezó el torrente de la Revolución, todos estábamos en ella. Ellos, en primer término, por un derecho alcanzado por creer cosas en las que nadie creía, o casi nadie, excepto una vanguardia selecta y aguerrida que no admite otra compañía que no fueran los que se entregaran enteramente a la idea. En aquella casa de trabajo existía una noción de la justicia social. Pedro, el contador, al que cerré los ojos, resultó que era un hombre de ideas, y era también un pensador revolucionario a la escala de un obrero; y me mostró muchas cosas, muchos caminos y me hizo beber de sus cuadros. Era un pintor, un artista.»

«El tiempo pasó y un pájaro sobre la mar. Nació el ICAIC. Vendrían los grades sucesos de los cuales todos ustedes han sido partícipes, y esos nombres que han estado ligados a la historia del cine están todavía ahí.»

«Me alegro, en el día de hoy, de que en este recinto de paso, donde están tantos amigos reunidos, esté Julio; pero él no está ahí. Hemos asistido solamente a cumplir con esa categoría que de vez en cuando sale en la prensa: los restos mortales. Que quiere decir: ahí solamente está lo que Lola depositó: las cenizas. Pero el inmenso amor que le prodigó en la vida, el acompañamiento a su obra, la convirtió en su primera admiradora y, junto a su familia, arroparon a Julio hasta el último día de su vida.»

«Hombre de principios, de carácter fuerte, se encaró a dificultades y a problemas que supo vencer. Y formó junto a Alfredo, a Tomás Gutiérrez Alea, a los que no están y están presentes, una obra para el Cine Cubano y para la Cultura Cubana que existe más allá de nuestros propios deseos. Está implantada como parte de la historia de Cuba.»

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Foto: EFE/Miguel Vázquez

«Julio ha creado más allá de lo que engendró de su sangre, de su carne, ha engendrado también una obra que compartió ese tiempo maravilloso del cual no nos podemos desprender.»

Un día conocí a un anciano venerable del ejército Libertador, era el último casi, y me dijo unas palabras: “cuando se ha vivido una gran época, uno vive para siempre prisionero de ella”.

«Y es verdad: somos prisioneros de la época grande que nos tocó vivir. Julio no admitiría flaquezas, ni desconsuelo, ni tristezas. Él fue de la fe en lo político, de que la única forma de perpetuarse era a través de una obra. La obra está, él la hizo, ustedes la hicieron y por eso hoy, encanecida, difícil de reconocer en el uno y en el otro, aparece la gran generación que ha sido protagonista.»

«Gracias a todos por venir hasta aquí. Es un acto festivo, no triste, porque se cumplió lo que el poeta señaló, […] que es un privilegio de los artistas, que estos tenían tres vidas: la vida humana—es esta—, la vida infinita, y la vida de la fama.»

«Decía que la primera es una realidad, la segunda una certeza y la tercera solo le pertenece a los creadores. Donde quiera que esté su obra será inmortal.»

«Gracias, Julio, por haber construido una obra grande, extraordinaria. ¿Cuál es esa obra? Cuba, nuestra madre amantísima, la mayor, la que envuelve con su hado y los aprieta a todos los que siguen la cubanía, no la cubanidad, que es algo un poco más frágil y endeble. La cubanía: que es nacer, crecer y amar a Cuba. Estando aquí o estando lejos.»

«Muchas Gracias.»

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