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El 37° Festival Internacional de Cine de la Habana se propone reconocer y difundir las obras cinematográficas que contribuyan, a partir de su significación y de sus valores artísticos, al enriquecimiento y reafirmación de la identidad cultural latinoamericana y caribeña.

El Festival convoca anualmente a los Concursos de Ficción, Documental y Animación, Operas Primas, Guiones Inéditos y Carteles. Además, se organizan encuentros y seminarios sobre diversos temas de interés cultural y, en especial, cinematográfico. Asimismo, el programa del Festival acoge una amplia y representativa muestra de cine contemporáneo proveniente del resto del mundo.

Para dar una semblanza de los retos y el devenir del Festival en este 2015, ELCINEESCORTAR les trae esta entrevista realizada a Ivan Giroud, Presidente del mismo, y publicada por la revista digital La Jiribilla bajo la autoría de Antonio Enrique González.

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EL FESTIVAL DE CINE NO ES UNA EMPRESA

¿Cómo han ido cambiando los criterios de sostenibilidad del Festival desde su fundación hasta ahora?

El Festival no puede escapar a la realidad económica del país, del mundo, del desarrollo, los cambios, las transformaciones. Como es un evento que va a cumplir 37 años, se pueden seguir a lo largo de su transcurso esas modulaciones ¿no? Empezó como un evento en una sola sala, como era lógico, en el año 1979.

festival_1Era el primer evento de cine latinoamericano que se hacía aquí en Cuba. Se veía muy poco cine latinoamericano en aquella época, sobre todo porque no había mucho desarrollo en esta zona. Empezaba a surgir un nuevo cine, que se desarrollaba por lo general, sin ayuda, sin leyes, sin protección, al margen de los apoyos gubernamentales; pues la mayoría de los países de América Latina padecían dictaduras. Entonces La Habana abre las puertas y empieza con un festival pequeño que va creciendo en amplitud, en dimensión, en cines.

En la quinta edición se crea la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y al otro año esta crea la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV). En aquella época se veían las películas del Festival en todo el país. Eran años donde, claro, estaba el CAME, había dinero; era otro momento.

Entonces no había tantas escuelas de cine como hay ahora. Tampoco había tantos festivales de cine, como hay en América Latina en el día de hoy, porque tampoco había tanta producción. Todo el mundo cambió. En esa época, el Festival era absolutamente subvencionado por el Estado cubano. Tanto es así que, bueno, la cantidad de invitados que venían, la cantidad de películas, de largos…hoy en día ni soñarlo. Es impensable. No se puede regresar a esos tiempos. Las cosas hoy valen también diez veces lo que costaba antes, aunque la tecnología se haya abaratado…

Es decir, que era subvencionado…

Absolutamente subvencionado por el Estado… Cuando viene el Período Especial, bueno, se transformó el país, tuvo que reinventarse y el Festival igual. Eran años donde el cine cubano a veces no tenía una película que estrenar. Y el ICAIC sobrevivió como pocas industrias culturales del país gracias a los servicios que se hacían a empresas extranjeras que venían a filmar en Cuba series de televisión, películas que ni recordamos los nombres. A nivel estético las puedes criticar, pero hay que considerar que esa producción ayudó a dar y mantener el empleo de muchos y que el ICAIC no fuera un peso muerto y hacer unas poquitas películas.

festival_12El Festival tampoco podía arrancarle el dinero a la producción. Entonces se nos ocurrió —por supuesto, fue una decisión de Alfredo Guevara— incorporar el elemento de la publicidad.

Ya a finales de los 90, el Festival se hacía con ese dinero. Sin sustraer dinero del ICAIC, ni de la producción del cine nacional; con el apoyo de la Oficina de Cooperación Iberoamericana, de España, de la Fundación de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), también española. Compensamos el presupuesto y logramos sobrevivir.

En ese momento hubo cosas que se hicieron mejor, cosas que se hicieron peor, y hubo elementos que dañaron un poco la sensibilidad de algunas personas, quienes veían eso un tanto desproporcionado. Hubo críticas. Al final se decidió que “cero publicidad”. Estoy hablando, creo, de los 2000.

Vino una instrucción del gobierno que preguntaba: ¿Cuánto dinero ustedes consiguen con la publicidad? Dimos las cifras. Entonces se decidió primero que el Ministerio de Economía considerara al Festival como un evento cultural priorizado, lo cual se tradujo en una serie de beneficios en el modo de operar y segundo que entre el Ministerio de Cultura (MINCULT) y el ICAIC aportaran al presupuesto del Festival lo que se ingresaba por concepto de publicidad.

Hay conciencia de que el Festival es imprescindible para el país, para la cultura, para la ciudad también. Cambia, transforma un poco La Habana en esos momentos. No hay que ver sólo lo que uno gasta, hay que ver lo que se genera. El Festival mueve gente que viene específicamente para verlo. Más de mil personas. Cuánto gastan, dónde, cómo. Ese es un dinero que revierte el evento a la economía de la ciudad. La activa, la dinamiza. Desde la que vende maní en la puerta del cine Yara, hasta la que tiene un cuarto en renta, la “paladar” de la esquina, el hotel de enfrente. Imagino que sucede igual con la Bienal: ¿cuánto turismo pudo haber venido a la Bienal? ¿Qué volumen de operaciones, de ventas comerciales generó? Hay muchas ciudades que reclaman la operación de eventos, pues provocan una dinámica económica…

festival_8Nosotros seguimos tratando de buscar fuentes externas de financiamiento e internas también. Atravesamos una crisis en este momento, un cambio de paradigmas: desapareció el celuloide, y por tanto todos los proyectores de los cines que tenemos son ya parte del pasado, el paso del cine analógico al digital, el estado de los cines. Los términos del consumo del cine se han transformado. Tampoco nuestros cines son el paraíso… El valor fundamental del Festival es la calidad de la programación, y esa calidad cada vez hay que cuidarla más. Vamos hacia una propuesta más selectiva, más curada.

Hubo veces en que traíamos hasta 500 películas, pero sólo se podían pasar una vez, pues no había tiempo. El Festival antes se desarrollaba en 22 salas. Hoy en día lo hacemos apenas en 11. Las personas piden todavía vacaciones para asistir al Festival. Tiene un atractivo, pero hay otras maneras de consumir, otras características de la ciudad, del transporte; está el envejecimiento de cierta parte de la población que siguió al festival desde sus orígenes y por ende, la creación de nuevos públicos. El Festival tiene que ser muy sensible a todas estas transformaciones.

Hoy en día seguimos haciendo un Festival para que los públicos vayan. ¿Qué son dos pesos cubanos? Nada. Mi opinión, que he defendido en todos lados, es que no debemos aumentar la taquilla hasta tanto nuestros cines, nuestros espacios, también mejoren.

Hoy la calidad es espectacular en los cines Chaplin y Yara. Pero sigue siendo riesgoso subir la entrada, pues el Festival nació y fue creciendo en la medida que fue un evento popular. Y creo que no debe perder la esencia, porque está pensado para el público. Eso no quiere decir que pongamos películas con concesiones, no, pero nos hemos ido abriendo a segmentar la programación, de manera que los públicos puedan identificar más sus intereses.

El espectador está hoy más preparado para seleccionar y escoger, y quiere elegir, si no, existen otras alternativas que todos conocemos: la ven en la casa, en una computadora. El Festival tiene que seguir generando interés…ser un momento donde la gente abre un paréntesis, pues en el resto del año apenas ve cine latinoamericano.

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Hasta cuándo, entonces podrá ser viable el Estado como principal fuente de subsidio? ¿Cuándo el Festival pasará de sostenible a rentable?

Nunca…nunca va a ser rentable. El Festival nunca va a ser rentable, y proponerse eso sería o un suicidio, o un asesinato en todo caso. Una cosa es que, con responsabilidad, administremos los recursos que nos dan, y que generemos ingresos que complementen el presupuesto y hagamos el festival que podemos hacer de acuerdo al país donde vivimos y no nos propongamos lo que no podemos, que si alfombra roja, que si limosina; y otra cosa es pensar cómo vamos a rentabilizar, sin fuertes patrocinios. Todo está muy encadenado. Si no inviertes en reparar los cines, los precios no pueden subir; pero entonces, los precios no pueden subir por los salarios. Esto está todo muy tejido en la economía del país. Entonces, no podemos pretender que el Festival se va a autosostener como una empresa. El Festival no es una empresa. Es un evento cultural, público, social, que genera recursos pero nosotros no los recepcionamos. Los absorbe la economía de la ciudad, la economía privada, la economía pública; pero en definitiva es dinero que está quedando y circulando. Si tú me preguntas cuándo vamos a ser rentables: nunca.

¿Cuáles son los principales patrocinadores aparte del Estado, y en cuáles términos en que se negocian estas relaciones?

El principal patrocinador actualmente es la SGAE. Primero, porque hay gran cantidad de autores cubanos, los más importantes —o parte de los más importantes, no quiero generalizar— que son miembros. Es la sociedad que recauda el derecho de autor internacionalmente. Ellos tienen la Fundación SGAE, que desarrolla un patrocinio importante para el Festival y, claro,  apoya también el concurso de guion. Nos dan un fondo que es muy útil para nosotros, porque claro, viene de fuera.

¿El Festival ha asumido también experiencias y dinámicas de otros festivales del mundo para sostenerse, o sigue su modelo particular?

festival_11Ya te decía, estamos encajados en una realidad. Entonces “la carreta no puede ir delante de los bueyes”. Nosotros seguimos muy de cerca los otros festivales importantes del mundo, pero ¿qué te voy a decir? Cannes tiene 50 millones de euros de presupuesto, San Sebastián ocho, y Toronto debe tener entre 30 y 40 millones, o más. Es imposible aspirar a eso. Como imposible es comparar una película del cine cubano con una película hecha por la industria de Hollywood. Seguimos la escala de nosotros, la escala Caribe.

Hoy está ocurriendo un fenómeno muy interesante: los festivales no son sólo el lugar donde se proyectan las películas terminadas. Están jugando un rol muy importante en la financiación de películas por terminar. Y eso, en cierta medida, condiciona un tipo de cine para un tipo de mercado. Es un tema complejo. Entonces, nosotros no podemos hacer lo que hace Buenos Aires con el evento Ventana Sur, ya quisiéramos, pero no podemos. No hay recursos. Se trata de vivir en nuestra escala, de lo que podemos hacer mirando a otras partes, tratando de no quedarnos descolgados del mapa. Pero no podemos trasladar los modelos, primero, porque en esos países, como la misma Argentina, hay una ley de cine que establece que el 20 o el 30 por ciento de la taquilla recaudada por del cine estadounidense en el país, es para financiar el cine argentino.

Nosotros no tenemos una taquilla estratificada de los precios. Es tan diferente todo, que no podemos traspolar la estructura económica de otros países y otros modelos. Estamos en un momento donde se están transformando ciertas cosas en una dirección y se preservan otras. No podemos ir más adelante de lo que permite la economía del país, y el estado de los espacios donde se desarrolla el Festival.

¿Hasta qué punto los cambios tecnológicos hacia el cine digital van a condicionar el desarrollo del Festival? ¿Cuántos cines estarán habilitados para la próxima edición 37?

En esa “lucha” estamos. El año pasado tuvimos la oportunidad de hacer una demostración pública de cine digital en el teatro Karl Marx con la cinta argentina Relatos salvajes. Ahí pudiste comprobar que no hay competencia. Cuando una película se ve en esa escala y con esas condiciones, no hay computadora, ni Tablet, ni teléfono que la supere. Así y todo, fue una experiencia casi contingente. Se armó todo artificial: el proyector digital 4K se rentó, el sonido se reforzó.

festival_9Bueno, en este año, a la fecha, se están haciendo esfuerzos. Claro, el MINCULT tampoco tiene suficiente dinero. El ICAIC sólo tiene los cines pero el MINCULT tiene los teatros, los cines, los museos, las galerías, la enseñanza artística todo…y claro, no puedo discutir la escala de prioridades. Yo lucho por lo que me corresponde, porque es mi papel también el alertar. Hoy en día se han comprado dos proyectores digitales 4K. El que viste en el Karl Marx está hoy en el Yara y otro en el Chaplin. Se está esperando una donación francesa que irá para La Rampa y nosotros, el Festival, gestionamos en Italia el que se supone vaya para el cine 23 y 12. Posiblemente haya otro que está gestionando el MINCULT para el cine Riviera, de manera que si los dioses ayudan, el Circuito 23 completo, tendrá esa tecnología para el Festival de este diciembre.

Esto condiciona la reducción de la programación. Pero no va a afectarse la calidad del Festival: un título bueno tendrá más posibilidades de exhibición. Vamos a tratar ahora de hacer más con menos…porque las películas no son gratis. Los derechos de exhibición pueden costar entre 600 y 800 euros por un pase. Nosotros aún las conseguimos gratis. El Festival tiene todavía esa mística de convencer. También se sabe que no lucramos con las proyecciones. Es un evento absolutamente cultural y a nuestro favor está también el enamoramiento de los directores y el público. El público es el que ha logrado esto, no es más nadie.

Un director está durmiendo en el hotel Habana Libre, y cuando se levanta por la mañana ve que la cola da la vuelta a la manzana para ver su película, como le pasó a Alberto Lecchi en su primera cinta, pues nunca lo olvida. Entonces, siempre quiere que su película esté en La Habana. El Festival es querido y muy respetado en el mundo y en el mundo del cine.

¿Tienen que aumentar las gestiones con patrocinadores en los próximos tiempos?

Sí, tienen que aumentar. Ahora, yo no tengo una perspectiva respecto a eso, de verdad te lo digo, si es la respuesta que estás buscando. He aprendido con los años a tratar de vivir en el presente, con los errores que cometimos en el pasado.

El proyecto es mantener el Festival por lo que ha representado. Y se tiene que ir transformando como la vida, como la sociedad, el cine y los medios. No puede estancarse. No podemos hacer un festival nostálgico. Pero la economía no puede ir delante de la idea. La idea va primero y la economía va detrás. Tampoco puedes tener una idea absurda que la economía no pueda corresponder. Pero si no tienes una idea, tú no puedes planificarte.

Tengo un pensamiento estratégico y un pensamiento táctico ¿no? Entonces, quiero llegar a tener el circuito completo. Primero tuvimos el Chaplin, luego el Yara. Y este año quiero tener tres o cuatro cines más modernizados. Entonces, hago mis presiones, porque sé que eso es importante, no para mí ni para los que hacemos el Festival, sino para la ciudad, para el público, para la cultura, para el país, para el cine latinoamericano.

Todos esos festivales que existen hoy en día en el continente, o un porciento muy grande, para no ser absoluto, se le debe a Cuba por haber creado el Festival cuando no existían otros en América Latina, crear y desarrollar la EICTV. Entonces, no podemos navegar tanto para morir en la orilla. Hoy no estamos, por los recursos, en determinado plano, pero “estamos” y tenemos que seguir siendo un referente…

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