EL CINE ES CORTAR 1

Publicado por Juan Antonio García Borrero en Cine Cubano: la pupila insomne, marzo 2011

Sigue mostrando un crecimiento extraordinario en estas fechas la bibliografía relacionada con el audiovisual cubano. Es una buena noticia, pues el incremento no se manifiesta sólo en términos de cantidad de libros, sino de variedad de enfoques.

De los libros más recientes recomiendo mucho éste que han firmado el conocido editor Nelson Rodríguez, y ese incansable investigador que es Luciano Castillo,  director de la Mediateca André Bazin, de la EICTV de San Antonio de los Baños. (Actualmente es el Director de la Cinemateca de Cuba)

En las palabras de contracubierta encontramos lo siguiente:

“Poseedor de una filmografía próxima al centenar de títulos, entre los que figuran algunos clásicos del cine iberoamericano, cualquier conversación con este cinéfilo a tiempo completo que es Nelson Rodríguez, plena de acotaciones jocosas e irónicas, se torna una lección magistral. Los numerosos realizadores que han contado con él en su equipo: Humberto Solás, Tomás Gutiérrez Alea, Manuel Octavio Gómez, Miguel Littín, Orlando Rojas, Jaime Humberto Hermosillo, María Novaro, Marcos Loayza… coinciden en la profesionalidad y el rigor de una persona con quien, a veces, sin hablar, logran comunicarse. La nutrida filmografía que atesora Nelson, multiplicado en maestro de editores, confirma su excepcionalidad en la historia del montaje del cine iberoamericano. En estas páginas se ofrece un recorrido en primera persona por su trayectoria, revelador del proceso creativo de notorios filmes, a la vez que reflexiona sobre ese oficio conceptuado por Eisenstein y Welles como el fundamental del cine”.

Quienes han tenido el privilegio de conversar alguna vez con Nelson Rodríguez saben que, en su caso, la pasión va por delante de la razón. Y esto en un artista es fundamental. El mérito de Luciano Castillo en este libro, a mi juicio, es haberse convertido él mismo a su vez en el artista que organiza ese flujo de información que nos brinda el editor de Memorias del subdesarrollo y Lucía, para sin que lo notemos asistamos a una clase magistral, y tengamos la impresión de estar conversando con su entrevistado.

Mi única preocupación con este tipo de libro es que, al ser editado por la EICTV de San Antonio de los Baños, apenas sí podrá ser consultado por los lectores cubanos. Estoy pensando sobre todo en mis estudiantes del ISA acá en Camagüey, por poner un ejemplo. ¿No podría resultar de interés para editoriales nacionales este mismo texto?

Por lo pronto, les dejo a modo de aperitivo con algunos de los tópicos que nos anuncia el índice: “Un paréntesis para Eduardo Manet”, “Los días de Manuel Octavio”, “Dos películas malditas en la historia del cine cubano”, “Dos últimas colaboraciones con Titón”, “Otro paréntesis: Sergio Giral”, “Cecilia Solás”, “Amada o el indiscreto encanto de los melodramas”, “El vínculo creativo con Leo Brouwer”, “Livio Delgado: artífice de las atmósferas”, “Papeles protagónicos”, “Roble de olor, otra opera prima en mis manos”, “Dominar el Avid no es poseer cultura cinematográfica”, “Diez películas de obligatorio conocimiento para un editor”.

LUCIANO CASTILLO
Luciano Castillo, periodista, crítico e investigador de cine. Actual Director de la Cinemateca de Cuba

El ojo crítico

Publicado por Carlos Espinosa Domínguez, Misisipi, mayo 2013

Luciano Castillo (Camagüey, 1955), un cinéfilo que acumula una impresionante cifra de películas vistas. Un buen día decidió expresar su agradecimiento a películas y directores de una manera más patente y comenzó a escribir críticas.

Como ha expresado Senel Paz, se hizo a sí mismo como crítico, “aprovechando todas las posibilidades que se le han presentado o procurándose otras casi imposibles”. Extendió después su labor al campo de la investigación. Su trabajo ha dado lugar a una extensa bibliografía que incluye más de una decena de títulos, entre ellos algunos tan valiosos como Ramón Peón, el hombre de los glóbulos negros (1998) y Entre el vivir y el soñar: Pioneros del cine cubano (2008).

Reseñaré El cine es cortar (Ediciones Escuela Internacional de Cine y Televisión, San Antonio de los Baños, 2010, 262 páginas).

Su autoría Castillo la comparte con Nelson Rodríguez. La razón es que se trata de una extensa entrevista que le grabó al destacado editor cubano, cuya filmografía está próxima al centenar de títulos.

En “Por y para Nelson”, Castillo anota sobre su libro: “El cine es cortar pretende ser el sincero testimonio de una admiración desmedida hacia un hombre que uno no imagina cómo, siendo capaz de dotar de vida y de sentido tantas secuencias de clásicos del cine iberoamericano, es, al mismo tiempo, un ser humano accesible, siempre dispuesto a transmitir sus conocimientos, diáfano, temperamental en grado superlativo —Escorpión al fin—, que ama y odia con idéntica pasión”.

Castillo partió de una entrevista que él y Manuel Zayas, entonces estudiante de la EICTV, le hicieron a Nelson Rodríguez. Cuenta que al leer la transcripción se le ocurrió “la idea de extenderla a manera de un largo monólogo, que prescindiera de las consabidas preguntas y respuestas: el Editor en primera persona”.

Cuando se lee El cine es cortar, resulta evidente que es fruto, en primer lugar, de muchas horas de grabación. Nelson Rodríguez hace un recorrido pormenorizado por los trabajos y los días de su trayectoria humana y profesional. Habla de su descubrimiento del cine, a los cuatro o cinco años. De cómo su afición al mismo le llevó a vincularse, en 1956, al Cine Club Visión. De su ingreso en 1960 en el recién creado ICAIC, donde comenzó como asistente de producción. Su descubrimiento de una inusual mesa en la que un hombre mayor llamado Mario González “manipulaba de forma libre y habilidosa largas tiras de acetato que cobraban vida y movimiento en una pequeña pantalla”. Un hecho que definió su futura vocación, y que lo llevó a solicitar su traslado al Departamento de Edición, justo en el momento cuando lo iban a ascender a productor.

Nelson Rodríguez  dedica un amplio espacio a hablar sobre sus relaciones con los cineastas con quienes ha trabajado. Son las páginas más interesantes y enjundiosas del libro, pues en ellas revela muchos detalles poco o nada conocidos sobre el proceso creativo de los filmes. Nos enteramos así de que los primeros planos de Manuela  se tuvieron que repetir, pues el bigote de Adolfo Llauradó  “era un espanto, como un lacito, y ningún bigote es así, vaya, ni el de Dalí”.

Y que en el primer montaje de Memorias del subdesarrollo, el personaje de Noemí, interpretado por Eslinda Núñez, estaba diseminado a lo largo del filme. Aparecía, desaparecía, reaparecía, y con ello la estructura se desbalanceaba. Hubo que sintetizar sus apariciones y concentrarlas al inicio en un par de bloques. Eso implicó una semana de trabajo, pero con ello la película ganó en coherencia.

En el libro, Nelson Rodríguez se refiere a sus relaciones con los directores con quienes ha colaborado. Editó los tres largometrajes de Eduardo Manet y cuenta que este le daba total libertad. En Tránsito, lo dejó solo con Héctor Veitía, su asistente de dirección, para que armasen el primer corte. Les dijo: “Diviértanse, chicos, y cuando terminen, me avisan para revisar el corte”.

Todo lo contrario a Orlando Rojas, un director perfeccionista que no se iba del cuarto de edición. Sobre Papeles secundarios, Nelson Rodríguez  recuerda que “llegó un momento en que no podía más con aquello y le dije que terminara con mi asistente (…) Le aseguré que estaba bien así y que si quería seguir retocando yo no podía más. Todos los días era lo mismo y lo mismo”.

De sus experiencias en las películas en las que trabajó junto con Jorge Herrera, expresa que este tenía una personalidad muy dominante y fuerte. En La primera carga al machete, había realizado una serie de innovaciones en la manera de filmar y “empezó a cogerle un gran cariño, un gran gusto a la cámara en mano”.

Cuenta que cuando visionaron los primeros rushes de Cecilia, a Humberto Solás  no le gustó nada de lo que vio. Jorge Herrera “ había hecho lo de siempre: había impuesto su criterio personal”. Solás le propuso rodar de nuevo una de las escenas y el fotógrafo se negó, argumentando que todo estaba perfecto. Y comenta Nelson Rodríguez: “Entonces se armó la pelotera. Se detuvo el rodaje. Luego, Humberto dijo que no seguiría trabajando con Jorge, porque no iba a hacerle ninguna concesión en esa película (…) Jorge se retiró y Livio Delgado  se incorporó al rodaje. Humberto y Jorge se disgustaron, no se hablaron más”.

Revelaciones y datos como los anteriores hay numerosos en El cine es cortar.

Nelson Rodríguez es un buen conversador y sabe narrarlos con llaneza, espontaneidad y pinceladas de humor. Además de las anécdotas y vivencias, a lo largo de su testimonio incluye reflexiones sobre su oficio. Asimismo las últimas treinta y tres páginas están dedicadas a ese aspecto. Allí habla de cuestiones como la incidencia del montaje en el ritmo de las películas, los criterios a partir de los cuales selecciona los planos, el papel de la edición en el género documental, así como los editores y cineastas internacionales que más admira.

El mérito de Castillo  no se limita a haber sabido conducir la entrevista de la cual surgió el libro. Una vez transcriptas esas grabaciones, las ha organizado inteligentemente. A su manera, también aplicó las técnicas del montaje, para lograr que ese interesante y ameno flujo de información oral adquiriera una coherencia.

Lo ha ordenado y dividido en bloques, a los cuales ha dado títulos muy cinematográficos e imaginativos. Una idea muy atinada es haber adicionado al final el bloque “Nelson visto por…”, que reúne opiniones de veintidós cineastas cubanos y extranjeros. Asimismo incluyó la filmografía de Nelson Rodríguez  no solo como editor, sino además como guionista, productor, director y actor.

Muy agradecer es también la inclusión de un índice onomástico, algo muy útil y necesario en libros como este.

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