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El 4 de julio la cultura cubana pierde a un gran histrión, un ser que podía presumir de esa capacidad camaleónica con que son dotados los grandes actores: la del desdoblamiento sin aparente esfuerzo, gracias ante todo a una depurada maestría, y a un rigor y una capacidad por la exquisitez en el dominio de su técnica como pocos pueden imaginar.

Era un genio en cualquier género que abordara.

Para muchos, Carlos Ruiz de la Tejera era el humorista perfecto: dueño de un carisma inigualable que podía hacer un recital de difíciles y complejos monólogos que desataban la risa y la carcajada espontanea, pero también la sonrisa noble e, incluso, la agridulce, porque desnudaba la realidad cotidiana de la isla como a él le gustaba (o como le gustaba a Martí y él tanto repetía): “El humor es un látigo con cascabeles en la punta”, al tiempo que divierte y regocija, arremete contra la chapucería y lo mal hecho, contra la burocracia y el ejercicio del poder desvirtuado, y resulta un termómetro para tantear la temperatura de la sociedad.

Era un juglar moderno, declamador de exquisitos poemas de disimiles autores en habla hispana, y la pasión y estilo tan único que derrochaba en cada interpretación lo llegó a consagrarse, como probablemente solo pudo lograr Luis Carbonell, en un arte gracias al cual fue reconocido en tantos países de casi todos los continentes que, bien pudiera decirse, fue un embajador natural de la más exquisita oleada de grandes artistas cubanos.

Pero Carlos Ruíz era más que todo eso.

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EN EL TEATRO

Era un reconocido actor de teatro, comenzando en los inicios de la década de 1960 en la parte juvenil del Conjunto Dramático Nacional junto a Asenneh Rodríguez, Miguel Navarro, Herminia Sánchez, Pedro Rentería, Adolfo Llauradó, Alicia Bustamante y su compañero de vida por algunos años: José Antonio Rodríguez. Según cuenta el dramaturgo Nicolas Dorr: “Mi obra ‘La esquina de los Concejales’ fue representada por el Conjunto Dramático Nacional, con un elenco de estrellas. Tuve el gusto de que Carlos Ruiz de la Tejera hiciera, con ella, su primer trabajo profesional.”

Hace pocos años tuve el privilegio de ver en el ICAIC, mientras visionaba material de archivo para un documental, una puesta en escena completa, filmada en 35mm y blanco y negro, del Conjunto Dramático Nacional, en la que todos estos actores, muy jóvenes, brillaban en todo su esplendor. Podría tratarse de ‘De película’, una memorable puesta de aquellos tiempos. Luciano Castillo, actual director de la Cinemateca de Cuba, debería rescatar esa joya.

También en los 60 integra Teatro Estudio, considerada la agrupación teatral cubana contemporánea más importante de los últimos tiempos, que tuvo entre sus fundadores excepcionales a prestigiosas figuras como lo fueron los hermanos Raquel y Vicente Revuelta.

En los 80 es recordado por su magisterio como profesor y actor en las divertidísimas puestas del Conjunto Nacional de Espectáculos, dirigido por Alejandro García Virulo, una continuación contemporánea del Conjunto Dramático Nacional y el Teatro Musical de la Habana. Sus obras todas resultan un legado imborrable.

SU PASO POR EL CINE

Carlos Ruíz de la Tejera es, para asombro de muchos, un actor al que le debe dar las gracias el cine cubano realizado en el ICAIC. Su filmografía no es tan extensa, pero lo que hizo es memorable.

En 1962 es llamado por Tomás Gutiérrez Alea para representar el papel de un custodio del Ministerio de Salud Pública al que timan los protagonistas (Reynaldo Miravalles y Enrique Santiesteban) de “Las doce sillas”.

En 1963 Armand Gatti lo dirige en “El otro Cristobal”, un filme con el que la crítica cubana fue implacable por su irritante y falso desbordamiento poético.

En 1964 incursiona en “Tránsito”, de Eduardo Manet y en 1966 colabora simultáneamente con Fausto Canel en “Papeles son papeles”.

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 "Papeles son papeles", de Fausto Canel, 1966.
«Papeles son papeles», de Fausto Canel, 1966.

y con Titón en la aclamada “La muerte de un burócrata”, donde representa a un psiquiatra demente.

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"La muerte de un burócrata", de Tomás Gutiérrez Alea, 1966
«La muerte de un burócrata», de Tomás Gutiérrez Alea, 1966

En 1971 actúa nuevamente bajo las órdenes de Alea en “Una pelea cubana contra los demonios”, como pirata y violador,

"Una pelea cubana contra los demonios", de Tomás Gutierrez Alea, 1971.
«Una pelea cubana contra los demonios», de Tomás Gutierrez Alea, 1971.

y en 1978 en “Los sobrevivientes”, donde logra una interpretación magistral como el intelectual de la familia autorecluida, junto a un elenco de primera.

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 "Los sobrevivientes", de Tomás Gutierrez Alea, 1978.
«Los sobrevivientes», de Tomás Gutierrez Alea, 1978.

En 1980 filma junto a Julio García Espinosa un polémico filme por su riesgo formal: “Son… o no son”, y repite esta experiencia en 1992 en el filme “El Plano”, filmado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión.

Finalmente, hace 2 años pone voz al personaje del Edecán, en lo que será el primer filme animado del ICAIC con tecnología 3D no estereoscópica: “Meñique”, bajo la dirección del consagrado Ernesto Padrón.

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«Meñique», de Ernesto Padrón, 2013

HASTA SIEMPRE

Extrañaremos mucho a Carlos Ruíz. Quienes lo conocimos o trabajamos con él, sabemos muy bien su valía como ser humano, como generoso maestro, como un artista entregado y sin límites hacia cualquier obra en la que se involucrara, con delirio de perfección.

Cuando integraba junto a grandes amigos el grupo humorístico “La Piña del Humor”, allá por los años 1986-87, muchas veces recibimos asombrados su sapiencia quienes intentábamos “jugar en serio” con el humor, en la sede del Conjunto Nacional de Espectáculos, una edificación aledaña al Teatro Karl Marx, en 1ra y 12, Miramar. De su mano dieron sus primeros pasos profesionales grupos como “La Piña”, “Salamanca” o “Onondivepa”, de los cuales descollaron despues actores humorísticos y dramáticos como Osvaldo Doimeadios, Octavio Rodríguez (Churrisco), Ulises Toirac, Jorge Luis Sánchez, entre otros.

Con su hermano, el querido arquitecto del ICAIC y creador de la nueva fisonomía de la EICTV, Oscar Ruíz de la Tejera, tramamos en varias ocasiones hacer un documental a Carlos Ruíz, del que el actor ya tenía un pre-guión elaborado, “ideas sueltas”, pero nunca el tiempo nos permitió materializarlo. Lo lamento muchísimo, será para siempre un deseo irrealizado.

Asi y todo, parte del sueño lo cumplí gracias a mi querida amiga y realizadora Belkis Vega, quien me permitió casi dirigirlo cuando prestó su voz para declamar ese maravilloso poema de la Madre Teresa de Calcuta para la secuencia final del largometraje documental “Viviendo al límite”, de 2004.

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Ese poema se lo dedico, en reciprocidad, a Carlos, ahora que, con su partida, nos permite revalorizarlo en su valía inconmensurable.

“La vida”

La vida es una oportunidad, aprovéchala;

la vida es belleza, admírala;

la vida es beatitud, saboréala,

la vida es un sueño, hazlo realidad.

La vida es un reto, afróntalo;

la vida es un juego, juégalo,

la vida es preciosa, cuídala;

la vida es riqueza, consérvala;

la vida es un misterio, descúbrelo.

La vida es una promesa, cúmplela;

la vida es amor, gózalo;

la vida es tristeza, supérala;

la vida es un himno, cántalo;

la vida es una tragedia, domínala.

La vida es aventura, vívela;

la vida es felicidad, merécela;

la vida es vida, defiéndela.

 

Vea a Carlos Ruíz de la Tejera en «Messie Julian»

Vea a Carlos Ruíz de la Tejera en «Elogio a la Risa»

Vea a Carlos Ruíz de la Tejera recitando el poema «La vida»

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