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Miguel de Cervantes nunca imaginó que su caballero andante reencarnara en un sonidista de cine, que trasmutara su lanza y escudo en un teléfono conectado por bluetooth a una bocina portátil, y luchara apasionadamente por las calles habaneras contra los molinos del mal gusto a través de una leyenda de reConstrucción.

Raymel Casamayor Bello es un joven sonidista de cine con una amplísima trayectoria en el mundo del audiovisual cubano contemporáneo, graduado en el año 2009 en el Instituto Superior de Arte de La Habana. Es instrumentista y profesor de guitarra en el Conservatorio de Música Amadeo Roldán, del cual es graduado, y trabaja su especialidad de sonido -tanto directo como postproducción- de manera independiente o en colaboración con el Instituto de Cine Cubano (ICAIC).

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A su haber debemos decenas de cortos, medios y largometrajes, tanto de los géneros documentales o ficción, muchos de ellos multipremiados, como “Santa y Andrés” de Carlos Lechuga, “Camionero” de Sebastián Milo, “Batería”, de Damián Sainz, “Espejuelos Oscuros” de Jesica Rodríguez, “Villa Rosa” de Lázaro González, “Sucedió en el cielo” de Oldren Romero, “Héroe de Culto” de Ernesto Sánchez, “Encuentros” de Carlos Lechuga, “Chocolate” de Pablo Massip Jr, “Habaneros” de Alfredo Ureta, “Una historia de Cristo y Jesús” de Oldren Romero, “Me dicen Cuba” de Pablo Massip Jr, “Isla” de Livia Perini para MTV Brasil, “Sumbe” de Eduardo Moya, “El Mundo de Raúl” de Jessica Rodríguez, “Casa Blanca” y “Escenas Previas” de Aleksandra Maciuszek, entre muchos otros.

En 2012 presentó en la Bienal de La Habana la pieza sonora “Puertos”, que busca proyectar la sonoridad de las ciudades, a través de un viaje simultáneo y omnipresente que recrea el amanecer y declive de los mismos mediante construcciones metafóricas del sonido registrado.

Desde hace unos meses ha iniciado una cruzada como Quijote habanero para, a través de una música genuina de innegables valores artísticos y populares, con canciones e intérpretes que ya casi no se escuchan y que las nuevas generaciones quizá ni conocen, recorrer e interactuar con los pobladores de barrios marginales de La Habana para «promocionar, educar, enseñar y ponerle un poquito más de color a estos contextos» por medio de un proyecto singularísimo que, en su propio nombre, define una importante estrategia cultural asumida de manera independiente: ReConstrucción.

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Como cada domingo, Raymel es esperado por una tropa fiel de seguidores, mayormente niños, pero también amas de casa, obreros, estudiantes y profesionales que conviven en esas barriadas. Con su sombrero de guano, su teléfono y su bocina portátil, apoyado por su novia y amigos de toda la vida, reproduce temas de todos los géneros musicales y con intérpretes cubanos, que abarcan el Jazz, Latin Jazz, Funk, Rumba, Son, Danzón, Cha cha chá, Mambo, Guaracha,  Trova tradicional, Bolero, Merengue, Salsa, Timba, Mozambique, Pilón o la Fusión. Su manantial de fuentes es inagotable, porque para él “Cuba es la isla de la música”.

Cantar, jugar o bailar es el primer síntoma de empatía con esa comunidad con la que Raymel pretende “conectar” musicalmente. A quienes no saben se les enseña a bailar determinados ritmos ya olvidados, pretendiendo ser un puente entre el presente y nuestra memoria relegada.

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“Al final todos se van rindiendo con esa manera mía de decirles que hay más música en el mundo, que existen más referencias, que todo no es reguetón o lo que están abrumados de oír diariamente: ese tipo de música ritmática que es cierto que es supercontagiosa, pero que no está provocando una renovación o ascenso cualitativo de la música cubana sino, muy por el contrario, lo que se ha logrado es que la gente trate de replicar ese tipo de patrón tan elemental. Yo simplemente estoy tratando de ofrecer un poquito más de opciones sonoras y culturales.”

“Es difícil medir el progreso de ReConstrucción como proyecto cultural, porque no sabes qué tipo de música escuchan esas personas cuando te vas. Pero lo que sí sé es que los niños, que para mí es el target fundamental, nos esperan para celebrar una especie de mini-fiesta, y de esa manera en el futuro puedan crecer exigiendo que en sus casas o en los lugares públicos de Cuba exista otra música, por demás muy nuestra.”

“Han pasado cosas muy bonitas: una señora me dio su memoria USB y me pidió que le borrara toda la ‘porquería’ de música que tenía almacenada y le grabara toda la que yo tenía.”

“Ojalá se genere con este proyecto un dialogo con los músicos, los compositores y quienes se encargan de promover las políticas musicales, para que se regeneren esos géneros olvidados o subvalorados actualmente.”

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En cuanto a ideas futuras, Raymel dice que desea que el proyecto establezca una marca y, además de lo que ya han logrado, poder hacer proyecciones de películas musicales y hasta la filmación de pequeños videoclips, porque estos géneros no tienen un apoyo o soporte en el audiovisual.

“Queremos que este soporte audiovisual sea atractivo, sin caer en los vicios del meneo y el desnudo de la mujer, o la incitación a la violencia y al consumo de alcohol, que evite esos códigos que llevan un mensaje –sobre todo hacia los niños- de una sexualización en el comportamiento.”

ELCINEESCORTAR les propone el disfrute de este breve audiovisual sobre el proyecto ReConstrucción en voz de Raymel Casamayor:

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