DEAN LUIS REYES

DE DEAN LUIS REYES A GARCÍA BORRERO

Querido Juani:

Primeramente agradezco el tiempo que te tomas para comentar mi texto. No muy a menudo hacemos esto cuando el trabajo diario pesa tanto. Igual me estimula tu interés y el de los colegas que he visto escribir sobre el particular, sobre todo tratándose mi texto de un compendio de intención periodística. Si acaso, pretende servir como lectura de manual, eso que apenas permite tener una idea muy general y seguir averiguando sobre el tema.

Creo que el primer asunto es resolver una confusión que contiene tu texto, al mezclar la tarea historiográfica con la tarea crítica. La primera, en el caso de la producción independiente, ha tenido que ver con rastrear las obras, autores y contextos de producción poco divulgados o desconocidos. Eso lo han hecho tú, Piñera, Agramonte, Castillo, Vincennot, de manera estupenda. Tiene que ver con completar el trabajo de la Historia. Se hace sincrónica o diacrónicamente, pero toma investigación y horas nalga.

Al otro, al trabajo crítico, le incumbe colocar cada uno de esos textos en su particular trama. No es el propósito central en mi texto. Así que lo hago muy de refilón. No estoy seguro de ilustrar mi recorrido con las obras ejemplares de cada etapa, eso tenlo por seguro.

Mas, lo que verdaderamente me interesa de tu reflexión es la pregunta que haces y no respondes. O sea: “¿Qué es el cine independiente cubano?”

El único momento en que arriesgo una definición, que no concepto, para esto que pides, es cuando digo que, en el cine realizado en Cuba “existe una constante de creación que discute con las corrientes temáticas, estilísticas y expresivas vigentes y que, expresándose mayormente a través del cortometraje, ha desafiado históricamente las rutinas del cine hegemónico. Entendiéndose por hegemónico aquella corriente dominante –sobre todo en la exhibición y comercialización- que suele ser legitimada socialmente como el modelo de manifestación deseable de un cine cubano pertinente para un contexto histórico equis.”

Esto es muy general, pero suficiente para mis propósitos. Si lo miras bien, parece que estoy usando a Burch y su categoría del MRI (Modo de Representación Institucional) como referente de lo que no es independiente. Pero si revisas lo que viene luego (la referencia a las producciones de 5ta Avenida, por ejemplo, que coloco dentro de “una situación fluida y elástica, reñida con cualquier modelo centralista”), no es tan mecánico. Porque la independencia que tú exiges definir, y que no reduzco en este texto ni en mi cabeza a lo que denominas “describir esa zona de la producción audiovisual nacida “en los márgenes” de lo oficial, o de lo hegemónicamente establecido como norma” no se puede definir. Al menos, no como categoría acabada y estática. Y no se puede porque depende de una casuística. Es lo que hago, si revisas mi texto.

No es posible explicar la independencia de Mario Barral en Backs turned del mismo modo que la de Jorge Molina, antes Tomás Piard o los entusiastas de la APCA de San Antonio de los Baños. Y no solo por razones contextuales. Para unos la independencia es moverse en territorios temáticos anatematizados por el cine mayoritario (esto es una cuestión estilística); para otros, hacer cine con dinero propio o de amigos, sin productor o sin permisos oficiales; para los últimos, jugar al cine para erotizar su cinefilia. Todos, eso es seguro, “discuten con las corrientes temáticas, estilísticas y expresivas vigentes.”

Me sorprende que no veas eso. Y que exijas una definición, un concepto. Cuando tú mismo declaras que “antes que el uso del término “independiente”, prefiero la metáfora de lo “sumergido”, que sugiere la necesidad de profundizar en cada uno de los contextos en que se han originado los hechos que después los historiadores relatan o agrupan bajo determinados rubros.” Vale, en tu libro “Rehenes de la sombra” lanzas ese término como calificación para una serie de obras que apenas se conocían. Pero, ¿cómo puedes responder a una tarea metodológica de carácter científico con una metáfora? De veras es extraña tu posición, donde zigzageas entre reclamos de pureza teórica y demandas de flexibilidad e innovación metodológica.

Lo que sí no acepto es, usando la frase que citas de Coyula, que la utopía de un cine independiente no existe. Porque, como el propio Coyula indica, no existen las utopías. Las utopías son proyectos, así que sirven únicamente para caminar. Pero en esa misma cita él declara aquello que podría acercarnos a ti y a mí, que creemos en la teoría, una clave para detectar la independencia en el cine. Dice Coyula que: “Un arte verdaderamente independiente es lo único sobre lo que podemos tener control absoluto.”

Control. George Lucas ha sido el mayor cineasta independiente de la industria, sin dejar de hacer cine de Hollywood (excepto THX 1138). Y Stan Brackhage también, sin hacer cine industrial o narrativo. No les sirve la misma definición de independencia. Pero ambos son cineastas independientes, según los términos con que juegan. Porque hay algo que ambos poseen: control. Eso que obsesiona a los poderes establecidos, las instituciones, academias y demás formas de legitimación. Y que el cine en los márgenes de esas estructuras reclama, lo consiga o no finalmente.

Porque la independencia en el cine depende esencialmente del modelo de producción. Después nos hacemos las preguntas de rigor de tipo formal, estilístico y etcétera. La producción de cine no es solo una cuestión financiera o de industrias, sino de postura de creación. Y créeme que el examen del cine cubano desde ese punto de vista es una asignatura pendiente entre nosotros, los críticos.

Si en algo coincido es en la necesidad de seguir investigando y discutiendo. Estoy en ello: esta semana La Gaceta de Cuba publica una entrevista que he hecho a Tomás Piard donde revela una zona de la creación amateur cubana desconocida del todo.

Un abrazo

Dean

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