GUSTAVO ARCOS

DE GUSTAVO ARCOS A JUAN ANTONIO GARCÍA BORRERO

Juany

No importa mucho definir si el cine que hacemos en Cuba es independiente, marginal, sumergido, industrial u oficial. Lo que interesa es que se haga cine. Filmar, filmar y filmar. Todo lo demás es anecdótico, etiquetas o recursos del lenguaje a las que echamos manos los críticos, los periodistas y los propios cineastas. Hay espacios en blanco que llenar y conferencias de prensa que dar. Cuando un cineasta auténtico termina su película, ya está pensando en la siguiente, y da igual si fue rodada utilizando toda la parafernalia industrial, que si la hizo con los ahorros de su abuelita jubilada.

La expresión es lo esencial. No adquiere mayor valor una película si está hecha en Hollywood o a mil millas de distancia, aunque en los estudios de California, el catering sea más sabroso. Interesa, si nos conectamos con ella, si de sus imágenes, personajes o relatos, fluye esa extraña energía capaz de asombrarnos o conmovernos. Sobran los ejemplos de películas estéticamente fallidas, rodadas al margen de los grandes estudios y de filmes atrevidos, que nos remueven las entrañas, filmados con recursos y altos presupuestos. No por ser joven y rodar en un potrero con un grupo de amigos, se es mejor cineasta, más auténtico o vanguardista. Al fin y cabo en un mundo tan interconectado y dependiente ¿qué es la vanguardia y dónde está lo verdaderamente novedoso?.     

¿Cuantas veces no hemos visto (y veremos) a artistas aplaudidos hoy, como “independientes”, enrolarse mañana en un gran estudio? ¿Acaso esa oportunidad los hace peores creadores, o hijos del demonio? Desde hace años, es natural encontrar artistas que se desplazan por varios géneros y propuestas. Hoy filman publicidad, mañana trabajan para la televisión, otro día montan una espectáculo multimedia, hacen una obra por encargo, ruedan en el primer mundo o bajan.. al “inframundo”. Se trata, sobre todas las cosas de una cuestión de honestidad y rigor profesional. El cine es una industria costosa, una empresa que demanda recursos, tiempo y trabajo colectivo. No es simplemente una cuestión de trasladar nuestros sueños y pesadillas a un papel, sino de convertirlos en imágenes y sentidos. El quid de la cuestión será, hasta qué punto cedes, con tal de hacer realidad tus ideas.

Aprovecho de todas maneras tus palabras y las de otros colegas para hacer algunas observaciones sobre la utilización que se le ha dado a éste término en Cuba. 

No porque el amigo Dean Luis Reyes se haya centrado en el género de la ficción, deja de ser objetivo su análisis. Cuando Manolito Iglesias, dirige su atención a la vasta obra documental cubana, lleva razón, pero igual solo estará observando una parte del asunto.

Dean Luis Reyes, ensayista y crítico de cine cubano
Dean Luis Reyes, ensayista y crítico de cine cubano
 Manuel Iglesias, director y editor de cine
Manuel Iglesias, director y editor de cine

Tú, pareces proponer una disección “espiritual” de las obras y sus autores, una suerte de búsqueda sociológica que nos permita encontrar “una lógica”, explorando las tensiones extrafílmicas que vivieron los artistas, con su tiempo. Coyula ( quien quizás junto a Jorge Molina encarne el ideal de independencia en Cuba) se distancia del concepto, puesto que lo independiente se ha convertido en un cliché, en un género, una forma también de vender ciertos productos audiovisuales etiquetados bajo esa denominación. Por eso prefiere colocar al autor en el centro de atención y la manera en que éste, ejerce un control real sobre sus obras. Desde esa perspectiva, ¿Steven Spielberg, George Lucas o James Cameron, son independientes?.

Nuestro entorno es peculiar, pues ofrece múltiples aristas que condicionan y marcan el cine nacional. Hay cuestiones financieras, legales, estructurales, formales, artísticas, estéticas o políticas que intervienen detrás de cada filme, no importa si éste fue realizado en zonas oficiales (ICAIC, ICRT), cerca del ámbito docente (FAMCA, EICTV, ISDI) o surgió de manera alternativa gracias a fondos privados, institucionales o foráneos.

En Cuba, las salas de cine, la televisión ,la prensa y los medios masivos en general, están controlados por el Estado y particularmente por su aparato ideológico. Lo mismo ocurre con los bancos, las instituciones, las administraciones y gobiernos locales, las empresas y los ministerios. Salirse de ese diseño es peligroso y muchas veces resultas castigado. Hasta hace muy poco tiempo, puesto que eso ha empezado a variar, todo en Cuba estaba fuertemente centralizado y verticalmente estructurado, en una pirámide donde los de abajo tenían muy pocas posibilidades de actuar de forma independiente o autónoma. Entonces, ¿cómo hablar de cine independiente en un país donde todo funciona tan dependiente, de algo o de alguien?.

Pudiera decirse que el ICAIC es independiente, si tenemos en cuenta que paralelamente a su creación en 1959, teníamos un órgano como el Consejo Nacional de Cultura (CNC) cuya razón de ser era, precisamente, la de encauzar el arte bajo la nueva Revolución. Y,  ¿acaso el cine no era un arte? ¿ Cuál era el campo de acción del ICAIC, no comprendido dentro del CNC? ¿ Dónde terminaban los límites de uno y empezaban los del otro? La Historia del cine cubano ofreció diversos ejemplos de las tensiones vividas entre ambos organismos. Cuando en el año 75 desaparece el CNC y surge el Ministerio de Cultura, el ICAIC perdió buena parte de la autonomía, otorgada por la Ley 169 que le dio origen. Los episodios vividos durante décadas por la máxima institución cinematográfica cubana y sus creadores, para no ser absorbidos por la burocracia y el dogmatismo planteado por el Partido, son bien conocidos y no voy a volver sobre ellos.

Vayamos a la lógica de tu pregunta: Independiente, sí, pero.. ¿con respecto a qué?. El ICAIC, al que comúnmente se le llama centro o industria oficial, tuvo que conjurar todo tipo de fuerzas que desde el poder, se oponían a su autonomía. Esas fuerzas llegaron incluso a disolverlo en 1991, tras los sucesos de Alicia en el pueblo de maravillas, un filme que había sido gestado, precisamente, bajo un cambio operado dentro de la misma industria, con el surgimiento de los Grupos de Creación, que le daban a los cineastas, mayor autoridad en los procesos de producción y configuración de sus obras. Aquella experiencia de soberanía artística fue “corregida” por las fuerzas en el poder que no vieron con buenos ojos esa libertad. Menciono este hecho para que veas cuán relativa y confusa puede ser una definición absoluta de independencia en el contexto cubano. Y es que la propia palabra Independiente ha quedado estigmatizada, secuestrada por nuestros ideólogos. No sé si sabes, que cuando los cineastas comienzan sus demandas para legitimar un registro legal que ampare a los creadores audiovisuales, hubo que cambiar la palabra independiente por la de autónomo.  

En los últimos años se suele asociar tal concepto a los jóvenes creadores que se mueven en el entorno de la Muestra (de Jóvenes Realizadores) muchos de ellos provenientes de las escuelas de cine. Pero no debemos olvidar que éstas, responden a dinámicas institucionales y docentes. Ambas, la EICTV y la FAMCA, cuentan de una manera u otra con fondos aportados por el Estado cubano y los procesos creativos que allí se operan, responden a criterios formativos, materializados a través de ejercicios, talleres y prácticas que deben cumplimentarse siguiendo pautas y modelos preestablecidos. ¿Deberíamos a estos muchachos considerarlos independientes?

Se sabe que para rodar en Cuba, hace falta una licencia, un permiso otorgado por unas pocas instituciones, por ejemplo el ICAIC, el ICRT, el MINCULT. El asunto se vuelve complejo cuando se necesita, filmar en plazas, lugares públicos, avenidas, centros recreativos, oficinas, parques, etc. Muchas cuestiones relacionadas con los rodajes y los procesos artísticos, tales como la contratación de actores, la alimentación, el transporte, la utilización de ciertos espacios de carácter histórico o patrimonial, solo son permitidos si existe la mediación del ICAIC o el ICRT. Muchos documentalistas necesitan respaldo “oficial” para lograr que funcionarios o expertos brinden sus testimonios. Así que por mucha independencia que tenga un artista a la hora de escribir un guión, hacer un casting, desarrollar un tema, buscar locaciones, o seleccionar su equipo de trabajo, verá su real autonomía restringida, ante las actuales disposiciones legales y prejuicios de índole ideológica existentes en el país.

Tampoco es definitorio el tratamiento “inusual” de un tema o asunto. Este puede resultar novedoso en un contexto o nación, pero visto a escala global, deviene poco significativo, por convencional. Películas que en Cuba pueden ser vistas como atrevidas o “diferentes”, ya se vienen haciendo en buena parte del planeta. No somos el ombligo del mundo. Hay  mucho talento e innovación estética del otro lado del horizonte. Cineastas y críticos, nos hemos embelesado ante la visión de ciertos cortos o documentales nacionales, olvidando o desconociendo, que ya esos caminos han sido transitados más allá de nuestra fronteras y se sabe, que en el país de los ciegos, el tuerto es rey. 

La inexistencia en Cuba de una Ley de cine o del audiovisual, la caótica situación de nuestras salas y espacios de exhibición, la contaminación del diálogo entre el poder y los creadores, en las cuestiones de los medios, la producción y el consumo de obras audiovisuales, generan total incertidumbre y enajenación del espectro audiovisual del país. Muchas discusiones y pocas soluciones.

Ahora está de moda ser independiente. Es solo una respuesta real o simbólica, al estado de cosas. Un rechazo a un modelo de sociedad, de cultura, de cine y de arte, que ha caducado o por lo menos pide ser transformado y revisado, pero es algo que debe hacerse ya. Cada día, más de nuestros talentosos y jóvenes creadores, buscan fuera de Cuba un espacio donde realizar sus sueños y encausar sus vidas. Bien por ellos, desde luego.

Solo apunto que un país que se da el lujo de perder a tantos de sus mejores valores, está hipotecando su futuro.

DE MIGUEL COYULA A GUSTAVO ARCOS

Gustavo,

Yo creo que efectivamente George Lucas por ejemplo es un cineasta independiente desde el punto de vista económico, pues financia sus películas de su bolsillo. Ahora lo que yo entiendo como un cine verdaderamente independiente en espíritu, es aquel que logre distanciarse de los moldes establecidos, tanto por la industria, como por (y no menos peligroso) los perfiles que se esperan del cine de arte, sobre todo los moldes que el primer mundo espera del cine de arte latinoamericano. Lograr una independencia en contenido y forma es mucho más importante que la forma en que se financie la obra.

Miguel Coyula

La Habana 2015

Artículo disponible en Cine Cubano: la pupila insomne

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